lunes, 7 de enero de 2013

Danza nocturna

Esta ultima semana me vi obligado a hacer un largo trayecto por asuntos de trabajo, mas no fue extraño lo ocurrido en la ida, sino es en la vuelta donde radican mis ultimas noches en vela.

Los recuerdos no me dejan descansar, la cabeza me va a estallar y mi fatigado cuerpo duerme cuando tan solo puede caer agotado contra el suelo. No entiendo aún qué pasó.

El propio psicólogo me toma por loco, no cree nada de lo sucedido. Incluso lo toma por alucinaciones.
Al menos para los problemas de sueño me ha recomendado escribir en este pequeño diario lo ocurrido para que así pueda "volcar" lo que mi mente aún parece es incapaz de aceptar. Espero que funcione.

Volvía camino a casa por fin cuando, durante la tarde, comenzaron a caer algunas gotas. No me preocupé mucho, pues son frecuentes las lluvias ligeras por aquella zona. Lo que me sorprendió fue cuánto empeoró el tiempo en cuestión de un par de horas.

Cuando fue a más la tormenta que se estaba originando me vi obligado a refugiarme en un pueblo por el que pasaba cerca en ese momento. Allí al menos podría descansar un poco mientras amainaba la tormenta.

Era un sitio con pocos habitantes. Sus casas eran pequeñas, la mayoría contaban solo con la planta baja, donde posiblemente no residieran más de tres o cuatro personas. Fui buscando algún hostal o posada donde pudiera parar a tomar algo.

El hecho de que mi destino era uno de los edificios más grandes del pueblo ayudó a que acabara entrando en la que parecía una de las pocas posadas que había en este lugar.

Por dentro era una gran habitación que, a pesar de la lluvia, seguía teniendo algún que otro cliente. Incluso entraban más, empapados, conforme se acercaba la noche. Noté que estaban un poco apagados. Alguna conversación en las mesas, pero ninguna sonrisa en el ambiente.

El mobiliario estaba desgastado por el paso del tiempo y había alguna que otra mesa a la que no le hubiera venido mal una pasada con un paño húmedo. Pero bueno, no era un mal lugar. Me sorprendió encontrarme un modesto escenario en la esquina más alejada de la puerta. Posiblemente para algún artista itinerante que pueda ganarse la cena a cambio de un poco de entretenimiento.

Desde dentro se oía cada vez más agua caer, incluso tronar como nunca había escuchado. Recordé la ultima vez que intenté aventurarme con una tormenta menor que esta y me dejó al menos tres días guardando cama. Así que, finalmente, y a recomendación del encargado de la barra, opté por quedarme esa noche a dormir. Los caminos en noches así no eran seguros y aún tenían habitaciones libres.

Había un tablón en la entrada al que no presté mucha atención al llegar. Alguien que vendía un animal de granja, otro que buscaba alquilar un carro o uno que se ofrecía para arreglar cualquier desperfecto del hogar eran algunos de los anuncios que colgaban. Sin embargo, me llamó la atención uno en particular, una actuación. Estaba escrito a mano por el propio tabernero, según me explicó luego él mismo.
Al parecer vendría esa misma noche a actuar un joven violinista. No era la primera vez que tocaba allí y atraía a mucha gente por su talento, por lo que siempre era bienvenido.

Llegó la medianoche y el local se había llenado considerablemente de niños, hombres y mujeres. Parecía que todo el pueblo quería ir a verlo. El tabernero hizo que retiraran las mesas y sillas del centro, donde pusieron una pequeña lampara de aceite. No entendí que uso tendría, pues la poca luz que daba apenas era suficiente para un escritorio. Cerraron también la puerta, echando un enorme tronco de madera a modo de cierre y siendo custodiado por dos de los hijos del tabernero. Parecía como si no quisiera que nadie interrumpiera la actuación, como si no quisieran que nadie entrara...o saliera.

Creo que me vieron nervioso, pues incluso me invitaron a una copa e intentó darme conversación un joven junto a la barra mientras esperábamos. Esta era la primera vez que él vería a ese misterioso violinista. Desde luego parecía más animado que el resto de personas. Daban la impresión de estar deprimidos o tristes. Menudos ánimos para escuchar a un músico.

Pasados un minutos, se hizo el silencio en la sala y tan solo se escuchaban unos pasos bajar la escalera.
Era un joven alto, de buen porte, delgado y pálido. Como si lo hubieran acabado de enterrar. Llevaba consigo un pequeño estuche de madera, donde supuse que traería el instrumento. Pasó por detrás mía y una sensación fría me recorrió la espalda.

Mientras subía al escenario el tabernero me aviso que participara solo si me veía capaz, el violinista tiene un "toque" especial en sus actuaciones. ¿Pero capaz de qué?¿Qué era eso de un "toque"?

Algunos se quedaron sentados en las sillas, junto a los niños. Otros, sobre todo hombres, se pusieron en el centro, alrededor del candil. Por lo pronto preferí mantenerme un poco al margen y me senté cerca de la barra mientras algunos muchachos apagaban las luces de la sala.

El violín a simple vista estaba muy gastado, se veía muy viejo. Creí ver unas inscripciones en los laterales del mismo, pero no estoy seguro. El arco que usaba se le veía incluso algunas cerdas rotas. Aún estaba extrañado sobre el material que usaba ese "afamado" violinista.

En el momento que posó el arco sobre el violín, dijo unas oraciones en una lengua que desconocía y empezó a tocar. De pronto, la débil luz del candil tomó fuerza y brotó inundando toda la sala. Nuestras sombras se proyectaban confusas en la pared. Casi caigo al suelo del susto. Al menos no fui el único sorprendido. El joven con el que hablé antes se encontraba en el centro del lugar maravillado por lo que acababa de ver. No esperaba algo así de un simple violinista. Aunque ya comprobé que éste no lo era.

Mientras tocaba, su expresión seria y su actitud formal se transformaron completamente. Ahora mostraba una sonrisa y no paraba de bailar. Aun teniendo el violín encima y los bruscos movimientos que hacía, no se equivocaba una sola vez. Nunca había escuchado ritmos como ese pero nos llamaba a todos a bailar. Tenía un... ¿toque?. Sí, sería eso a lo que se referiría el tabernero. Toda la sala estaba animada. Los niños daban palmadas y en el centro todos estaban a la par que el músico. Lo que antes era un apagado local de caras tristes ahora era toda una festividad.

Al menos ya me estaba relajando un poco y me propuse ir al centro con los demás. Aún no entendía porqué las madre no dejaban a sus hijos entrar en ese circulo central.

Cuando me levanté vi algo que me horrorizó. No cabía en mi mismo. Su sombra, su propia sombra estaba bailando de otra forma diferente, ¡como si tuviera vida propia!. A los que bailaban les empezó a pasar lo mismo. Estaba a mitad de camino para entrar en el circulo, paralizado por lo que estaba viendo. Intenté girarme y vi que mi sombra, ahora estaba proyectada en la pared. Intentaba empezar a bailar.

El joven me vio ahí petrificado, sin saber qué hacer, y de un tirón me metió dentro del circulo. Estaba asustado, dando saltos, mirando a todos lados. Tan solo veía sombras por todos lados. Ya no distinguía a la mía.

Pensé que me lo habría imaginado, a causa de la bebida o el cansancio, y bailé con los demás. Preferí no darle importancia. Notaba una extraña sensación que me recorría incitándome a continuar.

Creí escuchar dos violines a la vez cuando volví la vista al violinista de nuevo y confirmé que no eran imaginaciones mías, ahora creía con certeza que me estaba volviendo loco. Su sombra se había separado del cuerpo y estaba junto a él tocando su propio violín, negro como el azabache.

Intenté avisar a quien estaba a mi lado pero se me cayó encima. Tenía los ojos en blanco y no se le proyectaba sombra alguna. Uno a uno de los que estábamos en el circulo fuimos cayendo al suelo, a la vez que se iba llenando el lugar de espectros que continuaban bailando lo que sus antiguos dueños.

Intenté salir corriendo de ese circulo de brujería, pero en cuanto llegué al borde tan solo recuerdo despertar pegado al techo, mirándome a mismo tirado en el suelo. Me inundó por dentro un sentimiento que me empujaba a bailar con los demás y vi al resto de sombras.... en el centro al rededor del candil... ¡siendo los únicos iluminados por su luz!. ¡Eso es! A los que estaban sentados no les llegaba apenas luz suficiente. No al menos tanta como los que bailábamos. El caso es que me sentía ligero, muy ligero y...feliz, pero era una felicidad extraña, no sabría cómo explicarlo pero cada vez quería más, que nunca acabara.

Desde luego no sé si me volví loco....espero que no...pero creo que volvería a repetirlo.

El sonido de los instrumentos inundaba el local, cada persona que se introducía a bailar con las sombras caía presa de ese "hechizo".

Todo esto duró hasta que los primeros rayos de luz de la mañana empezaron a entrar por la ventana. Rápidamente, el violinista, con una última canción más lenta, mientras volvía a pronunciar palabras en ese misterioso lenguaje hizo atenuarse la llama del candil hasta consumirse y hacer volver a su sombra a su lugar original. Y con ésta, las demás siguieron el ejemplo, volviendo a sus respectivos cuerpos.

Mientras despertaba pude ver que una de las rezagadas no podía volver a su cuerpo. La luz de la mañana cubría ya a su propietario y sonaba un chillido animal cada vez que la intentaba atravesar.
El violinista, serio y frío como un tempano de hielo de nuevo, fue a prisa a tapar la luz con una capa que había junto al cuerpo para que éste pudiera despertar.

Al despertar me encontraba mareado, confuso y con un mar de dudas. No podía siquiera levantarme. Vi a algunos que incluso estaban vomitando. El tabernero se alegró que hubiera podido aguantarlo, pues los más jóvenes no lo suelen pasar muy bien cuando despiertan, y menos aún siendo la primera vez.

Según parece llevaba tiempo sin venir. La ultima vez un chico no pudo resistirlo y otro perdió su sombra.

¿Y qué pasaría si pierde su sombra? La sombra es donde se aloja el alma. Donde con esta música, uno se une y se encuentra consigo mismo, donde puede limpiarse de todo lo negativo, donde puede ser feliz.

Al menos eso me explicaron mientras me llevaron a la cama, estaba sin fuerzas. Me tranquilizaron diciendo que es común al principio. A la mañana siguiente volvería a estar bien.

Y así fue. Al día siguiente me encontraba increíblemente bien, además de encontrarme extrañamente alegre. No recordaba cuándo fue la ultima vez que pasó eso.

Bajé a pagar lo que le debía al tabernero y preguntarle sobre el misterioso personaje de la noche pasada, pero éste decía no saber nada de lo ocurrido. Aseguraba que todo fue como siempre, una noche tranquila. En el tablón no estaba el anuncio. Uno de los clientes que estaba allí desayunando recordé haberlo visto la noche anterior y ahora no sabía tampoco sobre qué le estaba hablando.

Eché un último vistazo a la taberna antes de irme. No era la misma. Se respiraba un ambiente más alegre. Los clientes sonreían. Incluso yo al marcharme lo hacía.

Cuando volví a casa todo fue diferente. Me pasaba el tiempo pensando en lo que allí ocurrió, buscando una explicación. Ahí empezó a ocupar mi mente, a no dejarme pensar en otra cosa.
Incluso he intentado volver al mismo sitio, pero dicen no saber de lo que hablo.

Siento como si algo en mí quisiera volver a experimentar eso, esa sensación que sentí en aquel momento que parecía casi....adictiva.